El Gran Buenos Aires se ha convertido en una piedra en el zapato para el radicalismo. Sin representación en esta región, los referentes boina blanca buscan soluciones al problema

La impactante irrupción de Raúl Alfonsín a comienzos de los ´80, cuando recitaba en los actos el Preámbulo de la Constitución Nacional y, luego, arrasaba en las primeras elecciones tras la vuelta a la democracia, llevó en andas a candidatos a intendentes, legisladores provinciales y nacionales y gobernadores, que volvieron a poner a la centenaria Unión Cívica Radical en el centro del poder político argentino.

Fue entonces, tras la oscura sombra de la dictadura, cuando el mapa del populoso Conurbano bonaerense, mostró unos cuantos manchones rojos y blancos en una región con ADN peronista.

Sin embargo, la euforia y los triunfos electorales de los boina blanca se fueron desvaneciendo. Tanto que, entre 1987 y 1999, la UCR sólo conservó sólo un puñado de intendencias en el GBA: las de Héctor Rizzi y Héctor Rivarola en Cañuelas, la del histórico Melchor Posse en San Isidro y poco más.

Con orígenes en la UCR y al frente del Ejecutivo de Vicente López durante 16 años, el “Japonés” Enrique García integró luego el Frente de Todos.

Tras el soplo de aire fresco que significó la Alianza, devolviendo algunas ínfulas en las urnas, el inicio del camino hacia la desaparición se inició unos años después. No sólo perdió los municipios, sino que también redujo el apoyo popular para cualquier cargo.

El golpe de gracia a la representación intendentista radical en las secciones Primera y Tercera ocurrió dos años atrás, cuando sólo quedó en pie el gobierno de Magdalena, ahora conducido por Lisandro Hourcade tras la gestión de Gonzalo Peluso, su antecesor.

Melchor y Gustavo Posse, una recordada dinastía boina blanca en San Isidro.

Entonces, el radicalismo pudo sostener sus territorios en el interior, pero la sangría fue tal en el Conurbano que hasta los Posse (con Macarena perdiendo el sillón que ocuparon durante décadas su padre Gustavo y su abuelo Melchor) sucumbieron ante el amarillo Ramón Lanús en la interna de Juntos por el Cambio.

En plena marea alfonsinista, Luis Sagol se convirtió en intendente de Avellaneda en 1983, renunciando al cargo a la mitad de su segundo mandato.

En el inconsciente de muchos radicales, y de la población del Gran Buenos Aires, se evidencia, además, la carga histórica de las gestiones radicales, señalando que “nosotros todavía seguimos pagando los costos de los políticos nuestros como fue el caso del gobierno de De la Rúa. Ahí la gente, por lo menos en las grandes urbes, no nos referenció más como opción. Obviamente después vino el kirchnerismo, le mejoró un poco la vida a la gente y cuando ya no le solucionaron problemas de fondo buscó otra opción, que no fuimos nosotros”, sostuvo un experimentado intendente boina blanca.

Para el analista político Gustavo Marangoni (ver aparte), “en el interior de la provincia de Buenos Aires el radicalismo puede empatizar mejor con el pequeño productor agropecuario, con el comerciante del pueblo, con determinados sectores medios. Pero hace rato que le resulta imposible hacerlo en el Conurbano”.

Un cambio de tendencia y una voz con críticas, pero constructiva

El exintendente de San Isidro, Gustavo Posse, aseguró que “el radicalismo es el partido más permeable a la opinión pública. Opina, dice y vota como lo hace la sociedad. Es decir, sigue a la opinión pública y en este momento ésta se encuentra alejada”.
“Nuestro partido tiene una cultura de armar coaliciones para poder cumplir sus postulados, pero el Gran Buenos Aires es el lugar más difícil desde el punto de vista de la fortaleza del peronismo”, explicó.

El exalcalde boina blanca aseguró que “hay que quebrar la tendencia de que siempre termina ganando el candidato del populismo, y eso se hace sosteniendo la vocación de interpretar al otro”.

En tal sentido, sostuvo que “después ya veremos quien tiene que ser intendente, quién está en mejores condiciones. Debemos hacer un proyecto claro de entender.
Finalmente, evaluó que “por ahora hay una esperanza depositada en un periodo constitucional como el que está, y tendremos que esperar un cambio de tendencia ejerciendo una opinión crítica pero constructiva”.

“En el Conurbano no es como en los pueblos, que vamos casa por casa”

Gonzalo Peluso, exintendente de Magdalena, único distrito radical de la Tercera sección, evaluó que “los problemas para el partido tienen que ver, primero, con la conformación social del Conurbano. Tiene grandes bolsones de gente con necesidades básicas no cubiertas, y eso fue llevando a que el discurso del radicalismo no se adapte a esa desigualdad”.

“Nosotros hablamos de educación pública, de igualdad, cosas generales, y no de sus problemas reales, nos hemos refugiado en ese discurso para cierta clase social y no en el problema que tenés que resolver. Y la gente lo que necesita primero es comer”, remarcó.

Juan Sibetti, intendente de Magdalena entre 1995 y 2003, en un homenaje.

”Además, el peronismo tiene una política de asistencialismo que ha sabido explotar muy bien, y donde gobernamos los radicales nos cuesta más eso”, sostuvo, y añadió otro elemento: “En el Conurbano no es como en los pueblos, que vamos casa por casa, dejando la boleta, hablando con los vecinos y escuchando lo que tienen para decirnos. Si te tocan edificios de 20 pisos es imposible, y no supimos adaptarnos a esa realidad que tienen los distritos del Gran Buenos Aires”. Por otra parte, Peluso remarcó que “también tenemos un problema con la poca presencia en los medios de comunicación. La hemos tenido un poco con Facundo Manes, que se orientaba más que nada a la clase media, pero no tenemos visibilidad en los medios. Tampoco la tenemos en las redes, nunca nos profesionalizamos para estas cuestiones, no nos aggiornamos”.

Discursos light, conservadurismo y una buena dosis de antiperonismo

El consultor político Gustavo Marangoni aseguró que “si repasamos las últimas dos décadas, el radicalismo o las coaliciones en las que participó, los ha dejado con más representación en el interior de la Provincia. Incluso el último candidato radical con votos, (Facundo) Manes, cuando fue a la interna con Santilli ganó en el interior pero perdió en el Conurbano, siendo un cuadro político con conocimiento público, porque el PRO tuvo un trabajo fuerte a nivel territorial”.

Agregó que “el radicalismo quedó más alejado por discursos, por perfiles, de lo que es la problemática del Conurbano, que tiene que ver con lo social, la seguridad, no encuentra temas con los que llegarle a la gente. Hasta inclusive (Gustavo) Posse terminó perdiendo San Isidro, o en su momento el “Japonés” García en Vicente López. Básicamente porque quedó adherido a temas muy abstractos”.

En tal sentido, evaluó que la UCR en el Conurbano está floja de propuestas en lo económico, en lo social, en los grandes temas tiene una postura muy light. Además, junto con la falta de recorrido territorial, en los últimos años volvió a la vieja línea balbinista. El votante radical desde hace tiempo quiere que pierda el peronismo, antes con Macri y ahora con Milei, pone sus fichas al que le gane a los peronistas”.

Al respecto, explicó que “las grandes identidades de la Argentina en realidad siguen siendo el peronismo y el no peronismo. El peronismo incluye al antiperonismo, y hay radicales no peronistas y antiperonistas, pero los dos tienen algo en común: quieren ganarle al peronismo”.

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