16 de agosto de 2025
LA TECLA MAR DEL PLATA
La pelea interna en Mar del Plata: Raverta vs. Pulti, con Kicillof jugando a dos puntas
En el agitado tablero político de la ciudad, la ruptura entre la ex Anses y el diputado provincial ha dejado al peronismo hecho trizas. Lo que empezó como una posible alianza para enfrentar al oficialismo local se convirtió en una guerra abierta, con acusaciones de sectarismo, oportunismo y traición volando por todos lados. Y en el medio el gobernador que está entre los dos.

(Vía La Tecla Mar del Plata)
Por Julián Rinaldi
En el agitado tablero político de Mar del Plata, la ruptura entre Fernanda Raverta y Gustavo Pulti ha dejado al peronismo hecho trizas. Lo que empezó como una posible alianza para enfrentar al oficialismo local se convirtió en una guerra abierta, con acusaciones de sectarismo, oportunismo y traición volando por todos lados. Y en el medio Axel Kicillof que juega a dos puntas.
Raverta: la sectaria
Fernanda Raverta, ex titular de la ANSES y referente de La Cámpora en la región, se presenta como la guardiana del kirchnerismo puro. Pero vayamos al grano: su trayectoria está plagada de sombras que la pintan más como una operadora sectaria que como una líder inclusiva. Lo que la ha hecho blanco de críticas por su ideología rígida y poco dialogante. Dentro de La Cámpora, muchos la miraban de reojo precisamente por su amistad estrecha con Kicillof, visto como un “un traidor ” que diluye el fervor cristinista en favor de su sueño de ser presidente. ¿Resultado? La veían como una “traidora light”, más interesada en cargos que en la doctrina dura.
Su paso por la ANSES fue un festival de polémicas: denunciada por conceder pensiones dobles a Cristina Kirchner en un trámite express que olía a favoritismo, mientras millones de jubilados cobraban migajas. Acusada de nepotismo –su pareja, Pablo Obeid, pasó del Anses local al Puerto para terminar en una banca del Senado provincial. En Mar del Plata, perdió elecciones clave actuando como “mariscal de la derrota”, con campañas agresivas que alienaron al peronismo tradicional. Los críticos la llaman “la camporista sin votos”, infiltrada que prioriza sectarismo familiar por sobre la unidad. En resumen, Raverta representa : ideología por encima de resultados, con un legado salpicado por posibles hechos de corrupción y sobre todo un sectarismo que no deja que otro compañero emerja. Dejando sin oportunidad al peronismo de llegar al sillón municipal.
Pulti: El oportunista
Del otro lado está Gustavo Pulti, ex intendente de Mar del Plata y actual diputado provincial que se vende como el “vecinalista” pragmático. Pero su gestión fue por lo menos controvertida , acusado de corrupción, dejó deudas millonarias por obras inconclusas que todavía pesan en las arcas municipales. Los críticos lo tildan de “hombre gris K”, un infiltrado peronista que usa la ciudad como escalón para ambiciones mayores. Su administración fue sinónimo de abandono: seguridad deficiente, salud en crisis y un “no me da lo mismo” que suena hipócrita cuando prioriza su carrera sobre la gente.
Pulti rompe alianzas cuando le conviene, como ahora con el peronismo, armando boleta corta por Acción Marplatense tras no quedar conforme en negociaciones. Lo acusan de ser responsable de derrotas electorales por su egoísmo, y de aliarse con Kicillof solo por conveniencia, mientras el gobernador lo usa como contrapeso a Raverta. En fin, Pulti es el clásico político oportunista: promete amor por Mar del Plata, pero la deja tirada por ambiciones personales, con un legado de deudas y promesas vacías.
La pelea: ruptura y acusaciones cruzadas
La interna explotó en julio cuando Pulti rompió con Fuerza Patria y armó lista propia, culpando a Raverta de sectarismo. Ella, a su vez, lo tilda de traidor, mientras el peronismo tradicional los acusa a ambos de infiltrados responsables de una inminente derrota. En la Quinta Sección, la disputa empantana todo: Raverta va por el Senado con Fuerza Patria, Pulti por concejal local, y el caos beneficia al oficialismo de Guillermo Montenegro.
Kicillof: el amigo que juega mal y termina con Pulti
Aquí entra Kicillof, amigo personal de Raverta desde hace años –compartieron actos, legislaturas, campañas y hasta duplas electorales–. Pero en esta interna, el gobernador salta entre bandos: fotos con Raverta en Mar Chiquita, y luego con Pulti en Mar del Plata, posando como si nada. ¿Por qué jugó tan mal con ella? Simple: pragmatismo electoral. Kicillof ve en Pulti un aliado más “vecinal” para captar votos moderados, mientras Raverta representa el ala dura de La Cámpora, que lo incomoda por su rigidez.
Pero en La Cámpora, desconfiaban de Raverta por su cercanía a Kicillof, temiendo que diluyera el cristinismo en favor de alianzas “blandas”. Al final, Kicillof la deja expuesta, priorizando su supervivencia política sobre la lealtad, y fortaleciendo a Pulti como contrapeso. Una jugada muy mala que divide al peronismo.
En conclusión, esta pelea es un espejo del peronismo bonaerense: dividido, oportunista y lejos de la gente. Raverta y Pulti, con sus defectos a cuestas, y Kicillof jugando mal, solo aseguran más derrotas en “La Feliz”.