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Argentina
Política Provincial
10 de junio de 2018
ENTREVISTA

Remo Busson, el héroe de las mil batallas

Fue el primer piloto que entró en combate durante el conflicto del Atlántico Sur, en 1982. Salvó su vida de milagro y participó en riesgosas operaciones, luchando por la soberanía argentina

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Cuando uno piensa en un héroe, las imágenes remiten a bustos circunspectos, estatuas petrificadas o retratos de pro-hombres puros e inmaculados, recordados por generaciones y protagonizando manuales de historia.

Sin embargo, otros caminan entre nosotros, orgullosos de su pasado y sin que conozcamos, en ocasiones, sus actos patrióticos. Como los que realizó el piloto de helicóptero Remo Busson durante el conflicto bélico del Atlántico Sur, en 1982. Algunas de sus experiencias y sensaciones las compartió, café de por medio, en su casa del barrio porteño de Palermo.

-¿Cómo llega a involucrarse en el conflicto bélico?
-Hice la campaña antártica y en enero llegamos con un buque a Ushuaia y allí embarcamos algo a lo que llamaban “Grupo Alfa”. Era un grupo de 13 soldados con un montón de cajas, que no se sabía bien qué iban a hacer. En ese momento no estaba claro qué iban a hacer, lo hablábamos pero no entendíamos bien para qué los embarcábamos. Siempre, en una campaña antártica va gente a alguna isla, pero eso fue una cosa rara, nos llamó un poco la atención.

-¿Y una vez que embarcó ese grupo?
-Una vez que embarcaron, esto sería a comienzos de febrero de 1982, también subió una novia que se iba a casar con un oficial a la base. Y nos avisan urgente que nos destaquemos en las islas Geor-gias. Fue el primer aviso. Teníamos que ir a darle protección a un grupo de argentinos contratados por el empresario Constantino Davidoff, que había conseguido comprar la chatarra de una factoría ballenera abandonada en la isla San Pedro, la más grande de Georgias. Resulta que habían aparecido los ingleses, con una lancha. Les hicieron arriar la bandera argentina, les pedían pasaporte y los habían intimado a abandonar la isla en 
48 horas. 

-Pero no sospechaban lo que vendría después.
-No, para nada. Con los ingleses nos cruzábamos cada tanto, siempre con mucho respeto. Más todavía en la Antártida, donde es un mundo aparte. Así llegamos a los primeros días de marzo, y ahí apareció el Grupo Alfa; esa era la protección que le íbamos a dar a esa gente. 



-Y hasta ahí seguían sin saber nada.
-Sí, pero ya sospechábamos que había un conflicto diplomático. Antes del 3 de abril estuvimos unos 10 o 12 días; yo salía a volar en misión de reconocimiento, y 
en una vi a tres tipos (ingleses) con un helicóptero que estaban observando todo. Nos saludaron y nada más.

-Hasta llegar al 2 de abril...
-Claro. Nosotros nos enteramos de la guerra el mismo 2 de abril a la mañana. Nos levantamos y, por los altoparlantes, el comandante del buque nos informó que se habían recuperado las islas. Pero hasta ese momento no teníamos idea de la Operación Rosario (nombre de la acción de recuperación de Malvinas e islas del Atlántico Sur). Con el correr de las horas nos enteramos que había muerto (Pedro) Giachino, pero la primera información oficial de lo que va a pasar la tengo recién a las 23 horas del 2 de abril. 

-Para entonces, la toma de Malvinas se había concretado.
-Sí, sí; a esa hora, el gobernador de Malvinas se había rendido. Entonces, a la noche me llaman a un camarote y me dicen: “Mañana (3 de abril) temprano llega la corbeta Guerrico con 40 infantes de marina en dos tandas de 20”, que iban a hacer la operación militar en Georgias, para tomar Grytviken.

-¿Y cuál era la orden para usted y su grupo?
-Que íbamos a hacer el desembarco con dos helicópteros: mi Alouette, mediano de 7 plazas, y un Puma, que tiene 20 plazas. Yo iba a ser el comandante del grupo em-barcado. Yo tenía que hacerle de protección al Puma para que traslade a los in-fantes de marina que venían en la Guerrico y los llevaba a desembarcar en la playa de Grytviken. La orden concreta era tomar la base, ocupada por 30 científicos civiles ingleses rendidos incondicionalmente, y llevarlos en lancha o en helicóptero.

-Y, por supuesto, iba con la idea de que posiblemente iba a tener que combatir.
-Claro. Yo venía de ser piloto de ataque en Francia, con cierta mentalidad. Entonces dije: “Algo voy a inventar para artillarme”; porque el comandante me lo prohibió, me dijo: “Armas, no. Esta es una operación política y no militar”. 



-¿A qué hora realizó el primer vuelo?
-Fue como a las 6 de la mañana, para llevarle las cartas de navegación a la Guerrico. El último fue como a las 7 de la tarde, sin bajar nunca del helicóptero, y volví al Bahía Paraíso.

-¿Y el combate, cómo sucedió?
-Llevamos el primer grupo, y cuando volvimos para la segunda tanda bajamos con el Puma, a ras del agua, y recibí un disparo de mortero a tres metros de mi helicóptero. Me tapó una columna de agua, y cuando recuperé la visión vi los tiros trazantes de fusil  y metralla. Mi helicóptero es muy ágil, y haciendo piruetas pude zafar. Logré aterrizar entre disparos en la costa de enfrente, y de repente no tiraron más. Mi acompa-ñante bajó, tiró muchos tiros y nos dio tiempo para ir sacando la gente que estaba herida del Puma, que se incendió y la pasó mal. Yo les dije que me carguen los heridos más graves y los fui llevando al buque de a uno o de a dos.

-¿Cuántos viajes hizo en total?
-Yo calculo que más de 30, porque a ve-ces iba y no podía aterrizar. Y con el detalle de que yo era el único blanco para los ingleses. Como me estaban esperando, yo me metía por la nube o por la montaña, tratando de acercarme de alguna manera. Y así les fuimos desembarcando 20 soldados más, que rodearon a los ingleses, ayudados por los cañones de la Guerrico. Hasta que se rindieron, pero con un costo muy alto.

-¿Usted conoció al capitán Giachino, el primer soldado argentino que pisó las islas?
-Mirá: la Operación Rosario fue un éxito terrible, llegaron y en dos horas tomaron Malvinas. El único que murió fue Giachino, a quien conocí bien. Murió como vivió, fue un loco que siempre hizo las mismas cosas que allá. Entró caminando a la casa del Gobernador y los ingleses no lo querían matar. Disparaban al piso, pero una bala rebotó en una piedra y se le metió en la pierna. Le rompió la arteria femoral y se desangró, sin que nadie pudiera ayudarlo.

-¿Otra guerra, sí o no?
-Yo espero que las cosas se solucionen de otra manera.

-¿Y si eso no ocurre?
-Haría todo lo posible para que la solución sea otra. Una guerra es durísima. 


Un contacto con Alfredo Astiz

Días antes de la acción militar, Busson y su gente vieron cómo en el buque Bahía Paraíso fue embarcado el denominado Grupo Alfa. Estaba integrado por 13 hombres, comandados por el entonces capitán Alfredo Astiz, conocido como “El Angel Rubio” o “El Angel de la Muerte” durante su actuación en tiempos de la dictadura militar. Por sus crímenes, en noviembre de 2017 se lo condenó a cadena perpetua.
-¿Por ese entonces, ya era “famoso” Astiz?
-Ya era conocido por el tema de él. Era un tipo dos años más chico que yo, con menor jerarquía. Yo lo conocía desde hacía muchos años, de la Escuela Naval; él estaba en primer año y yo estaba en tercero, si mal no recuerdo. Y sabíamos lo que había hecho, lo que se estaba comentando. Por eso nos pareció una cosa rara, qué hacía Astiz ahí. Después, sacando conclusiones, algunos pensábamos que lo querían sacar de circulación.




Algo interrumpió los planes

-¿Qué era de su vida hasta que comenzaron los preparativos para lo que, luego, sería el conflicto bélico?
-Lo que yo tenía previsto de mi vida era terminar mi último año como Teniente de Navío, ascendía a Capitán de Corbeta, y entre finales de 1981 y comienzos del ´82 me designan para ir dos años en comisión a Inglaterra. Ese era mi plan hasta los primeros días de marzo. La Marina había comprado 16 helicópteros Lynx para formar la tercera escuadrilla naval. Ya había ido siete veces a la Antártida, como piloto de helicóptero. O sea que mi vida, hasta ese momento, no tenía nada que ver con lo que ocurriría luego. Para ese entonces yo tenía cuatro hijas y me estaba preparando para viajar a Inglaterra.


La muerte, bien de cerca

No es para cualquiera convivir tan de cerca con la muerte. Remo Busson tiene temple de acero, no caben dudas. Lo demuestra al contar el episodio en el que un soldado muere casi en sus manos.  “Había un chico que tenía un balazo en el muslo, estaba muy mal. Lo acuestan abajo de mi asiento, con la cabeza cerca mío, y yo cometo el error de agarrarle la mano. Lamentablemente se muere, pero me apretaba la mano de una manera que yo no podía levantar el helicóptero. En ese estado llegué al buque”, relata, emocionado.
Además recuerda que cuando regresó a la embarcación tuvieron que ayudarle a despegar su mano de la del joven soldado, uno de los momentos que Busson jamás olvidará.


Una fecha especial para reafirmar los derechos soberanos

El 10 de junio fue instituido como “Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las Malvinas, Islas y Sector Antártico”.  Ese mismo día, pero de 1829, Luis Vernet (empresario alemán emigrado a la Argentina) fue nombrado como Primer Comandante Político Militar  de las Malvinas en Puerto Soledad, por Martín Rodríguez, gobernador de la provincia de Buenos Aires, conformando el mayor antecedente legal en relación con los reclamos argentinos sobre las islas. Fue sancionado por el Congreso en noviembre de 1973, disponiendo conmemoraciones, actos, clases especiales y conferencias en establecimientos educativos, Fuerzas Armadas y administración pública.




“El piloto no estaba un poco loco, estaba muy loco”, dijeron

-¿Luego de la guerra, tuvo contacto con algún oficial inglés? 
-Sí, aunque no personal. El comandante de las tropas inglesas en Georgia me mandó una carta con la fotocopia de un artículo de la revista Approach, el medio oficial de la aviación naval estadounidense, sobre el combate de las Georgias. Ahí dice que es el primer y único combate aeronaval después de la Segunda Guerra Mundial. Cuenta con bastante exactitud lo que sucedió, y el artículo finaliza diciendo que Argentina pudo recuperar las islas Georgias por la pericia de los pilotos de los tres helicópteros y, sobre todo, porque estaban un poco locos. Entonces él le manda una carta a la revista diciéndoles que está en un todo de acuerdo, pero que quisiera hacerle una pequeña corrección: no eran tres helicópteros, era uno solo. Y el piloto no estaba un poco loco, estaba muy loco.

-¿Esas locuras como las que hizo cuando le dieron al helicóptero Puma? ¿Pensó que no viviría para contarlo?
-Sí, ahí yo pensé que me mataban, que no íbamos a poder salir de ahí; estaba convencido de eso, porque estábamos recontra jugados. Todo fue en poco tiempo, podría decirte que en segundos. Porque no sabíamos cuántos soldados ingleses había y nos tiraron una cantidad enorme de tiros. Aparte, en el primer vuelo que hago se me muere uno dentro del helicóptero. Pero seguí yendo y viniendo, y como había nubes, me iba metiendo en ellas y les iba cambiando para que no sepan por dónde les iba a aparecer. Incluso, en una me pasé y caí atrás de los ingleses, que me miraban, no entendían bien qué estaba haciendo.

 

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