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15 de septiembre de 2016
PROVINCIA

Detrás de la vida política: Vidal y su mundo íntimo

Una mujer fuerte, exigente y con convicciones. Así definen a la gobernadora bonaerense quienes mejor la conocen. Quiénes la contienen, su círculo íntimo, sus preferencias y la personalidad detrás de uno de los máximos referentes de Cambiemos.

Detrás de la vida política: Vidal y su mundo íntimo
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A los 43 años, María Eugenia Vidal es la dirigente del oficialismo con mejor imagen positiva. Según los últimos sondeos, está entre el 60 y el 67 por ciento. Pero, más allá de la Gobernadora sonriente, inquieta y luchadora empedernida contra “las mafias” y la “maldita Policía”, hay detrás una madre que intenta estar presente para sus hijos, una hija ejemplar y, simplemente, una mujer.

Quienes mejor la conocen saben que mantiene reservada toda cuestión relacionada con su vida privada. Los detalles sólo los conocen quienes pertenecen a su círculo íntimo, que no son muchos. Fuera del ámbito de la política tiene dos amigas que son de extrema confianza. Una de ellas es Soledad Borsani, su actual secretaria privada, a quien conoció cuando apenas era una niña.

Soledad, vecina de la casa de sus abuelos, la acompañó durante toda la vida; desde la escuela primaria, pasando por el Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad, la vicejefatura de Gobierno porteño y, actualmente, la gobernación bonaerense. Es su máxima confidente y conoce todos sus secretos.

En los últimos tiempos también sumó a su círculo íntimo a Laura Alonso, otra de las secretarias privadas que la acompañan desde los tiempos en que Vidal estaba al frente de la cartera social de la Ciudad de Buenos Aires.

Para la Gobernadora, el rol de la familia es sumamente importante. Ve a sus padres, Norma y José Luis, de manera periódica, y de cuando en cuando habla con Nicolás, el único hermano que tiene. A la figura de su abuela la mantiene en el vivo recuerdo. Fue una de las personas que más la marcaron.

“Mi abuela Corina era una inmigrante italiana que, con pocos recursos, logró hacerse camino en la vida. De ella aprendí el valor del esfuerzo para estudiar y salir adelante”, contó la mandataria tiempo atrás.

Con Ramiro Tagliaferro se conocieron en el invierno de 1996, en la facultad, cuando apenas entraban en la adultez. Fue su gran amor. Estuvieron 20 años juntos, hasta que, semanas después de tomar el poder de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia anunció ante la prensa el divorcio.

Muchos fueron los rumores sobre los motivos de la separación, pero lo cierto es que la distancia entre ellos fue cada vez mayor. No una distancia literal, sino simbólica. “La campaña los desgastó. Alrededor de 2014 ya se notaba que las cosas entre ambos no estaban tan bien”, afirmó a La Tecla una fuente cercana.

“Todos los viernes salían a comer afuera, ellos solos; hasta que, entre tantas actividades, no pudieron ir más”, añadió. Con el intendente de Morón tuvieron tres hijos: Camila, María José y Pedro. Son su cable a tierra, dice siempre la mandataria. A pesar de contar con una agenda colmada, siempre tiene algún tiempo para ellos. Menor del que le gustaría, por supuesto.

Tras la separación, Vidal y Tagliaferro se dividieron la custodia. Los chicos viven con ella en la Base Aérea de Morón, y fin de semana por medio se quedan en lo de su padre, a quien también ven durante la semana. “Es una madraza”, aseguraron desde su entorno. “Está al tanto de todo lo que hacen sus hijos. A veces ellos se quejan de que está muy encima. Hasta una día suspendió toda la agenda porque Pedrito tenía fiebre”, agregaron.

Su costado profesional

En el plano laboral, María Eugenia Vidal es muy exigente, pero tranquila. No levanta la voz en ningún momento, aunque es determinante con sus palabras. Es una mujer fuerte, que no necesita contención ni, mucho menos, un séquito de seguidores. Es por eso que tomó la decisión de reducir los miembros de su custodia, a pesar de los numerosos mensajes intimidatorios que ha recibido en las últimas semanas.

En el gabinete, a las personas de su confianza las cuenta con una mano. El primero es el ministro de Gobierno, Federico Salvai, a quien conoció a través de su mujer, Carolina Stan-ley, cuando ambas trabajaban en el Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad. Desde entonces son inseparables, y él siempre ocupó un cargo a su lado. Incluso cuando fue elegido legislador porteño mantenía un despacho contiguo en la vicejefatura de Gobierno y oficiaba como un jefe de Gabinete extraoficial.

Su círculo se completa con el secretario de Comunicación, Federico Suárez; el secretario de Medios, Mariano Mohadeb; y el secretario general, Fabián Perechodnik, amigo de su ex marido. Con ellos habla, a veces, de cuestiones no específicas de su área y tiene una mayor apertura personal.

En algunas ocasiones, también con los ministros Roberto Gigante y Cristian Ritondo. Desde la secundaria es amiga del titular de Lotería, Meliton López. Con el resto de sus colaboradores mantiene una relación un poco distante. Aunque siempre cordial, no genera una confianza o vínculo más estrecho.

Todos los que trabajaron y trabajan a su lado confían en sus capacidades para conducir la provincia de Buenos Aires. Conocen su determinación y no dudan de sus convicciones. “Cuando va para adelante, se tapa los ojos y avanza”, resumieron desde su entorno.

Así fue cómo se quedó con el mando de la Provincia, frente a todos los pronósticos. Venció al aparato peronista y se convirtió en la primera mujer en gobernar uno de los territorios más difíciles y hostiles del país. Le costó dos años de campaña, tiempo con su familia y, quizás, también su matrimonio; pero lo logró.

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