18 de enero de 2013
VIDA Y NEGOCIOS
La vida de los Grobo, los reyes de la soja
El emporio sojero, ahora devenido en empresa integral de agroalimentos, tiene cuna y residencia en Carlos Casares. Y a pesar del crecimiento sostenido durante tres décadas, la mayoría de los integrantes del clan conserva el domicilio en esa localidad de 20.000 habitantes

El emporio sojero, ahora devenido en empresa integral de agroalimentos, tiene cuna y residencia en Carlos Casares. Y a pesar del crecimiento sostenido durante tres décadas, la mayoría de los integrantes del clan conserva el domicilio en esa localidad de 20.000 habitantes, ubicada en el centro oeste de la provincia de Buenos Aires, sobre la ruta nacional 5. Algunos, por cuestiones vinculadas a la vida empresarial o a su actividad secundaria, permanece más tiempo en la Capital Federal, pero siempre se da una vuelta por el pueblo.
Tres cabezas de familia, y tres historias diferentes bajo el mismo apellido. Adolfo y Jorge Grobocopatel trascendieron en el mundo empresarial, a Samuel (o Tito como lo llaman todos) no le fue tan bien. Adolfo y sus hijos engendraron lo que hoy se conoce como Grupo Los Grobo, una empresa argentina que está en el proceso productivo agroalimentario desde la creación transgénica del poroto de soja hasta la exportación de aceite elaborado.
A pesar de todo ello, los cuatro hermanos que regentean Los Grobo, mantienen alguna actividad paralela (como también lo hacen sus primos, los hijos de Jorge, vinculados a sus pasiones deportivas).
Gustavo, el más reconocido y sindicado como “el rey de la soja”, pese a que el mote no le cae nada en gracia, tiene desde hace 20 años un trío folclórico con el que ya grabó dos discos. Matilde, una de las tres hermanas, es artista plástica y cada vez se dedica más a los cuadros que a los negocios del campo. Andrea, segunda de Gustavo en la compañía, asegura no tener cualidades artísticas, pero da clases para emprendedores en dos universidades y además es la esposa del intendente Walter Torchio. También preside una fundación, como lo hace su otra hermana, Matilde.
Como en todo pueblo chico o mediano, la vecindad mide con varas severas a quienes trascienden en el éxito, y les exige por siempre humildad y pertenencia. Dueños de una de las mayores fortunas de la Argentina, los Grobocopatel no dejan de ser y pertenecer a Casares a pesar de las posibilidades de elegir dónde y cómo vivir. Por caso, Gabriela podría darse la gran vida cerca de las pinturas del Louvre, pero tiene un atelier desde el que se ve por la ventana una plantación de trigo. Para ella es incomparable vivir en el campo, aunque es, por su actividad, de las que más viaja.
Gustavo confiesa a La Tecla que “hasta hace cuatro años vivía en Casares y ahora en Capital; voy a Casares a visitar la compañía o a mi familia, y por supuesto, a los amigos. Si bien soy del lugar donde vivo, Casares está lleno de historias y de afectos”.
Para él, compartir el trabajo con sus hermanas “es muy bueno, hoy compartimos el espacio como socios pero muchos años, además, fuimos compañeros de trabajo; hay cariño y mucho respeto entre nosotros”.
Andrea, quizá la que resida la mayor parte del tiempo en la ciudad natal, cuenta que “cuando me preguntan cómo hago para equilibrar la vida cotidiana con el trabajo siempre digo que estoy en permanente búsqueda del equilibrio. Como hermanos nos adoramos muchísimo y como socios nos reelegimos día a día. Nos damos mucha libertad, libertad para reelegirnos como socios. Yo digo que hermanos te toca, pero como socios nos elegimos siempre”.
“Desde que Gustavo se fue a Capital no nos vemos tanto pero cada vez que podemos nos juntamos. Somos una familia en unidad y el cariño que nos tenemos es fundamental”, resalta Y concluye que “la gente tal vez piense que porque tenemos una empresa no hacemos lo habitual, eso no es así, somos una familia como cualquier otra. El peor defecto que uno puede tener es creérsela”.
El esposo de Andrea, el intendente Walter Torchio, asegura que “nunca me ha traído problemas en mi carrera política ser parte de la familia. Desde siempre se supo que yo estaba casado con Andrea Grobocopatel”.
El Jefe comunal, además, resalta las virtudes empresariales de su cuñado. “Gustavo es una persona sumamente capaz, emprendedor, y es una persona absolutamente común como cualquier vecino de Casares más allá de su trayectoria en la materia agropecuaria. Seguramente para el resto de la sociedad Gustavo es una persona que por su trayectoria empresarial está alejada de la realidad cotidiana, bueno, yo puedo dar fe de que no es así”, destaca.
Cuando se lo consulta por el apoyo de su mujer a la carrera política, Torchio asegura que “siempre hemos sido muy respetuosos de nuestras actividades. Es una vecina más y lo único que tiene de diferente es que cuando hay algo que no le gusta tiene al Intendente al lado para hacérselo saber de inmediato”.
Los Grobo se mueven en Casares con la naturalidad de ser vecinos de toda la vida. Algunos agradecen que radiquen la mayor parte de sus actividades allí. Otros, siempre encuentran alguna piedra en el zapato y dicen que podrían dar más. Es parte del folclore de los pueblos del interior.