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Argentina
Política Nacional
30 de enero de 2020
CONCEJALA NEUQUINA

La nieta patagónica de Cafiero, Ana Servidio: "Siempre la política fue parte de mi vida"

La concejala neuquina se prestó al diálogo con La Tecla Patagonia para un repaso por su historia personal, el vínculo con su abuelo y la impronta feminista en la militancia política.

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Por Sebastián Simonetti 

Desde hace tiempo se impone una re-novación en la política partidaria del país, y en distintos espacios comienzan a aparecer caras jóvenes. El peronismo no es la excepción, sobre todo en Neuquén, donde se viene trabajando en un recambio generacional. Allí aparece Ana Servidio, flamante concejala capitalina de 38 años. Socióloga y madre de dos hijos, es además nieta de uno de los emblemas del peronismo: Antonio Cafiero. Sin renegar de sus raíces, tras terminar sus estudios en Buenos Aires decidió radicarse en su Neuquén natal, donde forjó una carrera propia, en base a trabajo y dedicación. En una extensa charla con La Tecla Patagonia, la actual edil de la capital provincial habló de sus orígenes, su familia, el recuerdo de su abuelo y los desafíos por delante.

-¿Cómo fue tu primer acercamiento con la política?
-Siempre me gustó la política. Yo soy socióloga, así que siempre me interesó lo público, lo social; a pesar de que mi adolescencia fue durante los años 90, donde el neoliberalismo se encargó de poner a la política como una mala palabra. Siempre creí en la política como una herramienta para transformar la realidad de la gente. Desde muy chiquita viví eso en 
mi casa, y no solo por mi abuelo (Antonio Cafiero) y toda la historia que acarreamos con el peronismo en mi familia. Yo nací en el ‘82, y un año después, con el regreso de la de-mocracia, nos fuimos a vivir a Anda-collo. Ahí pasé toda mi infancia, y tengo recuerdos de mis viejos militando. Mi viejo fue en su momento candidato a diputado. Los dos trabajaban con las comunidades mapuches en el norte. Siempre, la política fue parte de mi vida. Primero, con la militancia de mis padres, y luego, por interés propio.

-¿Te pesó en algún momento ser la nieta de Cafiero?
-Hubo momentos de la vida en donde, sí, me pesó. Por ahí, la exposición, depende de la edad que uno esté atravesando. Cuando estudiaba en la universidad y el peronismo era casi hasta mala palabra, era difícil. Pesa también cuando te tildan como la nieta de él y sos solo eso. Pero con los años, uno va reconfigurando la historia, creciendo, madurando y construyendo su propia identidad. Hoy no es un peso, para nada, todo lo contrario; es mi historia, es un honor y un orgullo, y así lo vivo. Nunca, jamás, para mí fue un motivo de vergüenza ni de pasarla mal. La mayoría de las cosas que me han llegado son todas positivas, buenos recuerdos 
de un personaje que le hizo muy bien al peronismo, que se la bancó, que estuvo muchos años preso en la dictadura. Tiene un lugar importante en la historia del peronismo y en la del país.

-¿Sentís que tenés que demostrar un poco más que el resto?
-No, uno no llega a los lugares que llega por ser “nieta de” o “primo de”; uno llega porque tiene una historia, un compromiso. Yo llego al lugar de concejala por todo un perfil profesional que venía teniendo de política y 
gestión, que sumaba al proceso de construcción del peronismo en la ciudad. Eso, lo tengo sumamente claro. Yo volví de Buenos Aires en 2005, y desde ese momento comencé a trabajar en la gestión pública; fui creciendo profesionalmente dedicándome a la planificación urbana y el desarrollo territorial. Entonces, hoy estoy sentada en una banca del Concejo Deliberante para trabajar en función de mi experiencia profesional y laboral. Es un plus tener una familia política, pero yo no me defino por ser parte de una determinada familia, es un ingrediente más en Ana Servidio.



-¿Qué te llevó definitivamente a militar? ¿Cuál fue el clic?
-El clic que hubo fue quizás al revés de lo que le pasó a mucha gente. Yo acompañé desde un principio al Gobierno nacional y popular, las políticas del gobierno de Néstor, del de Cristina; y la derrota en el 2015 fue devastadora. No solo para nosotros, sino para el país, porque a las consecuencias las estamos padeciendo hoy. Pero en términos personales fue un golpe muy fuerte, para mí y para mi familia. Muy fuerte en términos sociales, emocionales, 
políticos y económicos. Ahí entendí que uno no podía ser un militante de redes sociales, había que involucrarse y empezar a militar para volver. A fines del 2015 ya había empezado a participar de distintos ámbitos, que después se tradujo en una militancia más orgánica en Descamisados. Ahí conformamos lo que fue el peronismo de la ciudad, con otras organizaciones y espacios políticos. Ahí comencé a participar y militar activamente y a producir materiales para las campañas. 

POLITICA Y GENERO 

-¿Qué lugar ocupa el feminismo en tu vida?
-La lucha feminista viene a transformar la sociedad, una sociedad que es altamente desigual. Las mujeres peronistas que militamos todos los días y trabajamos por la justicia social entendemos que sin igualdad, no hay justicia social. Es necesario entender que hay una transformación social y cultural. Hay que terminar con el patriarcado, que es un sistema que oprime a las mujeres pero también oprime a los varones. No es solo que nos oprime y nos mata todos los días a las mujeres, es un sistema que produce y reproduce violencia y desigualdad social de manera permanente. También hay cuestiones personales que hacen a una no solo vivirlo como una reivindicación política, social e ideológica sino como una reivindicación personal. Van cayendo determinados velos que 
te permiten cuestionar la realidad. Cuando esto se convierte en un movimiento, la fuerza es mucho mayor. 
Son cientos, miles de años de opresión, y la verdad es que el machismo, el micromachismo y el patriarcado son cosas con las que nosotros tenemos que lidiar absolutamente todos los días. Y también una se tiene que deconstruir. Mi mamá y mi abuela me ayudaron a pensar el rol de la mujer en la sociedad, en la familia, en el barrio.



EL DESAFIO EN EL CONCEJO 

-¿Cómo encarás esta nueva y primera experiencia en un cargo político?

-La verdad que con muchas ganas. Neuquén es la ciudad en la que nací y 
a la que elegí volver. Es una ciudad a la que amo, que me vio crecer, que me vio pasar los mejores y peores momentos. Me siento con muchas ganas de poder trabajar por esta ciudad. Mi formación profesional me permite tener una mirada crítica, haciendo un análisis de los problemas estructurales que tiene la ciudad y sobre los cuales hay que trabajar. Neuquén es una ciudad que ha crecido muchísimo, pero lo ha hecho con una deuda social muy grande. Tenemos que trabajar sobre eso. Hay que aprender a dialogar con otras fuerzas políticas y poder consensuar en pos de la construcción. Desde este espacio, no vamos a tirar piedras y poner obstáculos en el camino, vamos a trabajar para transformar la realidad de esta ciudad, que tiene todas las potencialidades para ser la quinta capital del país; para eso hay que trabajar.

DIFERENCIAS FAMILIARES 

-¿Había o hay algún radical en la familia?

-Radicales, no hay, y si los hay, están ocultos. Hemos tenido otras diferencias, como las futboleras. Mi abuelo (Antonio) era fanático de Boca y somos varios de River. Pero radicales, no. Lo que sí sucedió en la familia, como sucedió en mu-chísimos ámbitos de mi vida y de la sociedad en su conjunto, es la conformación de la famosa grieta. Eso, sí, se dio. Creo que hubiese estado bueno que haya radicales, antes que eso. Cuando uno analiza las figuras del radicalismo, donde muchas veces en el peronismo se han acercado a la UCR desde una mirada de la construcción de la democracia. De hecho hay referentes del radicalismo que uno los considera históricos, como Raúl Alfonsín. En mi familia se dio una especie de grieta a fines del 2015, cuando ganó Macri. Sobre todo entre primos, pero que se salva desde el cariño, el afecto. Pero mucha discusión política. A algunos los marca más y a otros, menos. Muchos pueden poner por encima las relaciones afectivas y otros, no. A veces es difícil, pero es importante separar.

EL RECUERDO DE ANTONIO CAFIERO 

-¿Cómo era tu relación con él?

-El era una persona muy particular. Su vida era la política, aunque amaba a la familia y siempre le gustaba tener a su familia cerca. Los domingos eran sagrados para él, donde esperaba poder juntar a todos. Tenía diez hijos. Y mi mamá era la única que vivía en otra provincia. Siempre tenía algún gesto de cariñoso, a su modo. A mí también me pasó que cuando me fui a estudiar a Buenos Aires viví con él, en su casa en San Isidro. Ahí nos invitaba a ver alguna película, conversábamos un poco. Yo también trabajaba con él. El abuelo vivía en su mundo político. Esperaba a la familia y se hablaba de política, de fútbol. Pero no era el típico abuelo que cualquier persona tiene, por su personalidad y el personaje 
que era. Yo tuve otro abuelo, Servidio, con el que tenía un vínculo totalmente distinto, más habitual, como el que tienen todos los nietos con sus abuelos. Pero (Antonio) siempre fue un abuelo presente en mi vida, eso sí. Siempre lo vi como un abuelo admirando y amando a mi abuela. Siempre los vi con una relación de amor. Un hombre que siempre la valoró, la amó y la puso en un lugar fundamental para su vida. Y fue una gran pérdida para él cuando ella falleció. Eso, creo que también lo marcó muchísimo. 



-¿Cómo fue trabajar con él?
-Fue muy lindo, fueron años de mucho aprendizaje. Me fui fogueando en el ámbito político del Senado de la Nación. El presidía la comisión de Desarrollo Humano, así que desde ahí hubo varios proyectos en los que yo participaba y escuchaba su mirada. Y aprendí un montón. Era un tipo brillante para leer la política y problemáticas sociales en búsqueda de respuestas. 

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