12 de abril de 2013
LA PLATA
Lo que el temporal nos dejó: editorial
Días después de la tragedia del 2 de abril, La Plata intenta restablecer su ritmo, con el tránsito loco y desordenado, con la frescura de los estudiantes y con su cosmopolita integración. Los comentarios no se detienen, la desazón y la desesperanza acongojan, y los barrios devastados intentan reencauzar su vida, doloridos, estropeados, descreídos de todo y de todos. Curará, como siempre, el tiempo

Días después de la tragedia del 2 de abril, La Plata intenta restablecer su ritmo, con el tránsito loco y desordenado, con la frescura de los estudiantes y con su cosmopolita integración. Los comentarios no se detienen, la desazón y la desesperanza acongojan, y los barrios devastados intentan reencauzar su vida, doloridos, estropeados, descreídos de todo y de todos. Curará, como siempre, el tiempo.
Más allá de las discusiones por el número de víctimas, de las leyendas urbanas que se tejen sobre ése y otros temas, de las pérdidas millonarias y de la impresionante respuesta solidaria, otra vez se ha fallado en muchos aspectos. Y, otra vez, el que más ha fallado es el Estado.
Antes, faltó previsibilidad. Durante, faltó respuesta con la inmediatez que la situación requería. ¿Y después? El transcurso de los días dará la respuesta final, pero en medio del duelo el después también dejó vacíos, descuidos, desencuentros entre las tres patas que componen el Estado, y de-sencuentros entre las tres jurisdicciones involucradas, temerosas cada una de cargar con las culpas.
Los esfuerzos por mostrar un comité de crisis integrado por Nación, Provincia y Municipio chocaron a las pocas horas con el desplazamiento tácito de la comuna acerca de las decisiones, porque hacia la culpabilidad de Pablo Buera señalaron todos los dedos. En tanto, los gobiernos de Daniel Scioli y de Cristina Fernández se mostraron muy juntos pero hablaron por separado. La responsabilidad de comunicar el controvertido número de víctimas quedó sólo para el Gobernador, que puso en cada conferencia a todo (o casi todo) el gabinete a su lado. Ella, en cambio, jugó la carta más fuerte en el plan de asistencia y reconstrucción, es decir, en la solución.
Las responsabilidades, no obstante, deben ser compartidas. El hecho sobrenatural de una lluvia que en pocas horas superó la media de varios meses, el desafortunado mensaje de Bruera asegurando que estaba donde no estaba, y la puja entre el gobierno bonaerense con la Justicia por el número de víctimas no deben desviar la atención de otras cuestiones de las que de-be ser garante el Estado en su conjunto.
Falla el Servicio Meteorológico Nacional, que en este caso, como en otros, no previó la magnitud de la tormenta (quizá porque carezca de elementos tecnológicos), y con él fallan las alertas y el sistema de comunicación que pongan en autos a la sociedad. Se carece de un sistema de asistencia inmediata para este tipo de catástrofes. En la noche del 2 y la madrugada del 3 sólo los vecinos asistían a los vecinos. Quedó demostrado que la organización en la entrega de la ayuda, más allá del impresionante voluntariado, careció de orden, sobre todo allí donde no intervino el Ejército.
Pero, sin duda, la mayor falla está en el ninguneo a los especialistas universitarios que previeron el desenlace si no se hacían las obras correspondientes y se continuaba con un crecimiento desme-dido y sin planificación de la ciudad. La ausencia de aquellas obras mucho obedece al sistema de premios y castigos ejercido por el Gobierno nacional para con los intendentes. Bruera no estuvo por mucho tiempo en línea con la Rosada, y eso lo pagó con falta de inversiones. Es imposible para cualquier municipio, incluso para una Provincia ahogada financieramente, hacer frente a la infraestructura hidráulica necesaria.
De todos modos, los políticos tienen suerte en la Argentina. Nuestra sociedad suele olvidar rápido y, a veces, conformarse con las luces de la superficie que evitan mirar el bajo fondo donde el barro, y muchas veces el estiércol, muestra la verdadera causal de las tragedias. ¿Se olvidará esta vez?