Argentina
Viernes, 26 abril 2024
*POR CECILIA MOREAU
18 de noviembre de 2019

América Latina pone en juego la salud de las democracias

La región está viviendo horas difíciles. En la mayor parte de los países sudamericanos se están viviendo crisis sociales y políticas como hacía mucho no se veían. Los países tienen sus propias características y es difícil comparar realidades que en cada nación son distintas, con acerbos culturales y étnicos particulares, desarrollos económicos diferenciados y experiencias políticas disimiles.

América Latina pone en juego la salud de las democracias - La Tecla
América Latina pone en juego la salud de las democracias - La Tecla

Pero igualmente cierto es que la región ha experimentado a lo largo de su historia procesos similares por oleadas: volviendo la mirada hacia atrás algunas décadas vemos que todos sufrieron en la misma época dictaduras sangrientas, recuperaron la democracia y la libertad, vivieron el avance del neoliberalismo en los noventa y su fin con el surgimiento de los nuevos gobiernos progresistas más o menos siempre de manera simultánea. En los últimos años, el proceso que vivimos llevó al poder a Gobiernos conservadores que optaron por el ajuste estructural como camino frente a una sociedad que nunca aprobó mayoritariamente esas políticas económicas que empeoraban su calidad de vida.

En este momento los gobiernos y las sociedades latinoamericanas están crujiendo. En muchos países avanzan oleadas de protestas sociales sin precedentes de cientos de miles de hombres y mujeres que reclaman menos presión sobre sus bolsillos, mejores condiciones de trabajo, mayores derechos o la posibilidad de pensar un futuro distinto para sus hijos. Son millones que en regiones muy lejanas levantan fundamentalmente la bandera de la dignidad para sus vidas sin resignarse a lo establecido.

Bolivia probablemente sea la situación más dolorosa que nos ha tocado ver ya que sufrió un Golpe de Estado tan clásico como repudiable, como aquellos que vimos tantas veces durante el siglo XX en nuestro país y en América Latina, y que ha vuelto a utilizar métodos que creíamos desterrados: la persecución, la violencia, los secuestros y el amedrentamiento. Es un golpe de Estado, con todas las letras, aunque la Cancillería y el presidente Macri no se hayan enterado. Por eso la mayor parte de los sectores de la política hemos repudiado lo que ha pasado. No se trata ir en contra de la soberanía de los pueblos, sino de oponerse de manera férrea a la intromisión de las Fuerzas Armadas y de las fuerzas de seguridad en la vida pública. La democracia se sustenta en principios y valores imprescriptibles, por ejemplo, entre muchos otros, en que las Fuerzas que portan armas no tienen que entrometerse en la vida política, ni reprimir salvajemente a su población haciendo que todos los días contemos nuevos muertos.

Por eso ante estas situaciones quienes dedicamos nuestra vida a la política nos preguntamos ¿Cuál es la salida para América Latina?

América Latina pone en juego la salud de las democracias

En primer lugar, no se puede optar por la indiferencia. Dejar pasar lo que acontece hoy en Bolivia no es otra cosa que avalar la ruptura del contrato social, justificar la violencia, permitir que se asiente en la región un antecedente muy peligroso y aumentar el riesgo de que cientos de vidas corran peligro. La vigencia de la democracia no es una cuestión individual, siempre es colectiva.

No se puede ser ciego sin ponerse en el lugar de quienes están sufriendo por un imperativo ético y moral, pero también porque lo que le pasa a un país hermano nos refleja a nosotros mismos como sociedad. ¿Cómo podríamos ser indiferentes al hecho de que a pocos kilómetros de aquí existan grupos paramilitares de extrema derecha asolando las calles y cazando a personas identificadas con un partido político que no es el suyo, a un revanchismo racista y persecutorio contra miembros de los pueblos indígenas y sectores campesinos, a la utilización de los abusos y la violencia sexual contra las mujeres, a la tergiversación de la información para confundir y atemorizar a la población y la represión contra los periodistas independientes que quieren narrar lo que está sucediendo?

En este momento histórico tan delicado, los países latinoamericanos debemos unirnos para hacer una defensa sin mezquindades, sin ambigüedades, del sistema democrático. Cualquier crisis política que surja debe resolverse en el marco de la democracia y el Estado de Derecho.

Quienes somos profundamente demócratas debemos abogar para que sean los propios pueblos, sin el intervencionismo externo, quienes resuelvan sus problemas dentro del marco de la democracia y del respeto a los derechos humanos, pero también debemos ayudarlos y comprometernos con los mecanismos del derecho internacional y los organismos internacionales para que efectivamente puedan conseguirlo. Debemos estar alertas a los atropellos y las injusticias y extender la mano a aquellos que nos necesitan. Creo que, en estas crisis, América Latina pone en juego la salud de las democracias y en eso no se puede tener doble vara. 

La inestabilidad política regional, las crisis sociales donde son millones los que no llegan a fin de mes o no pueden procurarse un plato de comida o la polarización de las sociedades por las cuales pareciera que todo se define entre dos bandos irreconciliables no pueden tener otra salida que no sea la propia democracia.

Necesitamos más y mejor democracia en la región. Una democracia profunda, consistente, que dé respuestas a las demandas y permita la participación igualitaria de todos. Una democracia que se reactualice y se adapte a los tiempos cambiantes, sin nunca retroceder, sino ampliando siempre más derechos, incluyendo a aquellos que están en los márgenes de un sistema que muchas veces les da vuelta la cara. Yo quiero vivir en un continente de paz, donde los enemigos de la democracia que esperan agazapados el momento de desplegar su juego sucio sean cada vez menos, donde prevalezcan aquellos proyectos que buscan naciones más equitativas y justas.

Quiero que seamos muchos los que tengamos a la democracia como valor y principio supremo, como herramienta de transformación y fundamentalmente como forma de vida. Estoy segura de que cuantos más seamos más pronto que tarde dejaremos atrás esta etapa difícil para mirar el futuro con la esperanza de que en estas tierras se puede vivir mejor.
 

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