En los últimos años, hay un aumento alarmante de trolls, haters y peleas en las redes sociales. Estas conductas, que antes eran consideradas como incidentes aislados, han evolucionado para convertirse en un fenómeno generalizado que afecta a usuarios de todas las plataformas digitales.
Pero, qué esconden estas figuras, por qué encuentran en estos espacios la oportunidad de explayarse sin límite ni filtro, muchas veces a niveles de odio que traspasan códigos morales y éticos.
Hoy, las redes se posicionan como un espacio de supuesto debate democrático, pero en sí, hay poco y casi nada de ello. “El no freno pasa por estar viviendo un contexto particular con un gobierno que justamente reniega del estado entonces menos freno va a haber y no hay sanciones a estas expresiones de odio”, expresa la Magíster en Sociología Victoria Ugartemendia.
Y, continúa: “Si, hay sanciones a otras expresiones como, por ejemplo, el caso de las dos personas del norte argentino que tuitearon algo en relación a un político y su vida privada, y fueron encarcelados; entonces lo que hay es discrecionalidad, pero no una sanción a lo que llamamos expresiones de odio”.
En las últimas semanas X (ex Twitter) fue la plataforma que más controversias y cruces dejó en escena. Si bien, todo está planteando en un ciberespacio en donde la lejanía física permite que se crucen límites morales, dejan el resabio para escanear qué pasa en relación al odio y la violencia.
Según un informe de la consultora Faro Digital, la lejanía física genera que quien hostiga virtualmente puede ser más agresivo y, tanto esta distancia como el anonimato se enlazan para potenciar aún más una agresión.
“Hay muchos comentarios discriminatorios, y esto tiene que ver con la falta de inteligencia emocional; la crianza y todos los discursos que escuchamos de niños, de nuestros padres, cuidadores, etc.”, afirma la Licenciada en Psicología Julieta Gómez
En este sentido explica que, el odio y el desprecio se transmiten, y la empatía es algo que se desarrolla, entonces es más “cómo uno siente en vez de como uno piensa” cuando transmite un mensaje por redes sociales.
“Si lo llevamos a la política hay personas que sí discriminan, pero también lo hacen con mucho enojo propio y cuando uno se siente enojado suele atacar y cuando se siente frustrado con envidia, también; entonces son emociones que la persona no sabe cómo transitar y entonces resulta más fácil destilar ese odio en una red social ya que es un medio más accesible para transmitirlo”, explica Gómez.
Cómo definir a un troll y un hater
El hater define a la persona que se dedica, a través de las redes sociales o comunidades en línea a insultar, denigrar u ofender a una organización, persona o producto. Mientras que un troll dirige su hostilidad hacia un objetivo específico, expresando críticas o desprecio hacia esa persona, grupo o cosa en particular.
Estas “criaturas” pueden tener motivaciones más personales o ideológicas para expresar su odio, aunque también pueden buscar atención o notoriedad en línea.
“Decir realmente el enojo que se tiene, o frustración, es más fácil a través de una pantalla, que se sabe que no hay tantas consecuencias”, continúa Julieta Gómez; y agrega X (exTwitter) “es tierra de nadie y antes había cosas que eran más cancelables y que la gente se cuidaba más al decir. Y ahora no está pasando porque tenemos a alguien que nos representa y que da luz verde a todas esas situaciones”, cierra.
Agentes de la violencia
En la actualidad, hay informes psicológicos que dan cuenta qué se esconde detrás de los teclados que representan estas figuras. Aquí aparece la llamada: “triada oscura de la personalidad”.
Esta clasificación en psicología está compuesta por el narcisismo, con tendencia al egocentrismo y por ello son individuos que no aceptan las críticas, incluso las más constructivas, y buscan constantemente la admiración y el reconocimiento por parte de los demás; el maquiavelismo, que es la tendencia a la manipulación de las personas para el beneficio propio; y la psicopatía, que se trata de personas con una tremenda falta de empatía a todos los niveles, son capaces de decir cualquier cosa hiriente o hacer todo tipo de actos despreciables, sin sufrir remordimiento alguno.
Por qué hoy gana popularidad el discurso violento
El creciente uso de redes como medio para extender discursos divisorios y de odio se ha visto favorecido por el contexto político y económico, y asi lo explica la Magister en Economía Social Natalia Quiroga: “Una de las razones que intensifica el uso de lenguajes violentos en las redes está asociado a la progresión del empobrecimiento que ha sufrido la población en Argentina.”.
A su vez, afirma que existe una “rabia contenida producto de ya casi una década de empobrecimiento y de una erosión continua de las condiciones de vida”.
Además, la especialista remarca por qué es tan visible hoy el lenguaje violento que se convierte en un tipo de reconocimiento social: “La humillación de los otros termina siendo un lugar de reconocimiento”, expresa.
Y, continúa: “El lenguaje violento que es la contracara de adquirir un poder o un reconocimiento social que es imposible por los términos que antes estaban habilitados por la sociedad, que eran la educación, el trabajo, el progreso, en base al esfuerzo, como esos canales no están, la humillación de los otros termina siendo el único lugar para el empoderamiento”.
Para la experta es importante aclarar que hoy Argentina vive un momento en donde el ejercicio de poder del gobierno se concentra en determinar que personas pueden vivir y cómo muchas deben morir. Y eso, preocupa, por ello es importante revisar cómo se interactúa desde las plataformas que hoy marcan tendencia.
Si bien, “todo queda en la virtualidad”, para los especialistas esta manifestación digital de las ideas, son una extensión de las opiniones y tendencias que existen en la vida real.
Victoria Ugartemendia, Magíster en Investigación en Ciencias Sociales y Licenciada en Sociología (UBA).
Julieta Gómez, Licenciada en Psicología MN 74351 MP 63237 (UAI).
Natalia Quiroga Díaz, economista e investigadora docente del Instituto del Conurbano de la Universidad de General Sarmiento; Magíster en Economía Social.
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