Argentina
Jueves, 25 abril 2024
CRISIS EN EL GOBIERNO
28 de julio de 2022

Eran tres, quedan dos y una silla ocupada por la claudicación 

Alberto Fernández no pudo resistir la última embestida y mordió el polvo de la derrota de la manera más cruenta. Sólo pudo conservar algunos pocos de sus incondicionales y debió entregar a quienes recurrió en los momentos de mayor zozobra.

Por Hernán Sánchez
Eran tres, quedan dos y una silla ocupada por la claudicación  - La Tecla
Eran tres, quedan dos y una silla ocupada por la claudicación  - La Tecla

El Frente de Todos se formó con varias patas, pero con tres cabezas que debían garantizar el éxito electoral, el sostenimiento de la alianza y la conducción de un país con una pesada herencia en lo económico y social. Cristina Fernández, Alberto Fernández y Sergio Massa se juramentaron lealtad mutua para ganar la elección y para encastrar los primeros engranajes del nuevo gobierno. Pero a poco de andar la maquinaria empezó a mostrar fallas y el derrape electoral del año pasado desarmó completamente lo que venía averiado desde hacía tiempo.

Hasta ahora, con diferencias, peleas, escarceos y celos adolescentes, las tres cabezas supieron mantenerse como las referencias de la coalición gobernante.  Hoy eso cambió rotundamente, la mesa ya no tiene tres decisores y por más que le pese al presidente el que quedó fuera del banquete es él.

Alberto Fernández resistió lo que pudo hasta que no pudo más y claudicó. Sólo se le ha permitido, por el momento, conservar algunos incondicionales en espacios de su gobierno, como el caso del Canciller Santiago Cafiero y de la Secretaria Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra. Y es solo por ahora. Cristina quiere para uno de los suyos el puesto de Ibarra. Si al final Alberto debe ceder la firma la claudicación será absoluta y el Presidente no quedará más que como una figura decorativa, al estilo de los presidentes de los países europeos donde la política la lleva adelante el Primer Ministro. ¿O alguien se acuerda, por caso, quién es el presidente de Italia? Sin embargo, todos sabemos que Mario Draghi acaba de renunciar como Primer Ministro de ese país, acostumbrado a permanentes cambios de este estilo. 

Como ya se señaló en este medio, Cristina y Massa se reunieron el martes y diseñaron a espaldas del Presidente cómo debía ser la nueva estructura del gabinete nacional. Ese encuentro llegó luego de que la vicepresidenta conociera con finitud y precisión los números de una economía quebrada, cuyo velo corrió Silvina Batakis, porque Martín Guzmán los había ocultado muy bien bajo un dibujo que algunos consideran meritorio de alguna denuncia penal. Ni siquiera ese trabajo le alcanzó a Batakis para detener la ambición del tigrense y la preocupación de la vicepresidenta. En el kirchnerismo aceptan por estas horas que con esos números era imposible sostener el gobierno, incluso antes de la llegada de ese opio de los pueblos que se llama Mundial de Fútbol y que este año se juega en noviembre.

Cristina Fernández debió aceptar entonces que Sergio Massa se convertía en la única alternativa posible y al alcance de la mano para oxigenar a un gobierno ahogado; entonces cedió a lo que pocas horas antes se había negado: que el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación avanzara impiadoso sobre la estructura gubernamental para quedarse con el control de toda el área económica. Eso, en la Argentina, no es ni más ni menos que tener el control de la política. Massa tejerá alianza con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, para no tener cortocircuitos con los gobernadores peronistas, a quienes deberá asistir en el constate pedido de recursos que emana de las provincias. Y, como la nueva estructura del Frente de Todos lo demanda, Massa sabe muy bien a quien reportar decisiones de acá en adelante. 

Néstor Kirchner fue quien mejor interpretó aquello de que el control político debe subordinar a los conductores de la economía. Casi 20 años después esa ecuación no ha cambiado, pero es ahora quien tiene el cargo de llevar adelante la cartera de Hacienda el que poseerá la cuota de poder político (compartida por supuesto con la vicepresidenta) que el Presidente cedió al aceptar los cambios. Por otra parte, las modifiaciones se dieron en un marco de reprochable desprolijidad y destrato hacia quienes se sumaron en el último tiempo.

Eran tres, quedan dos y una silla ocupada por la claudicación 

Alberto Fernández, quien alguna vez fue cruel con Massa en las redes sociales, hoy debe concederle el control de su gestión para que trate de salvarla del fracaso absoluto. ¿Quién va a llegar al Gabinete o va a cerrar un acuerdo con el Gobierno si no cuenta con la aceptación bicéfala de Cristina y Sergio Tomás? Y en esto no sólo cuentan los acontecimientos de las últimas horas y la resolución que tuvieron los mismos. Hay antecedentes.    

La eyección de Felipe Solá de la Cancillería para preservarle una silla en el gabinete a Santiago Cafiero se hizo de la manera más desprolija posible. A Felipe lo echaron por Whatsapp cuando estaba arriba de un avión después de haber sido enviado por el propio Presidente a la cumbre de la Celac. El mismo manoseo debió sentir Silvina Batakis, cuando se enteró por sus colaboradores de los rumores que instalaban a Sergio Massa en su lugar, mientras ella regresaba de Estados Unidos tras reunirse con las autoridades del FMI. 

Alberto Fernández no es tan cínico como para hacer viajar a un ministro y echarlo en plena misión diplomática, es sencillamente débil para no resistir aunque sea un par de días cuando las embestidas son en serio y sin contemplaciones por parte de los otros dos integrantes de lo que nació como un trío y ahora es un dúo, con un plomo que carga todas los instrumentos y cada vez sale menos en la foto. Que haya mandado a “la griega” a conseguir aire del FMI deja a las claras que él no tenía ninguna intención de cambiar el equipo económico. Sin más, el pasado sábado se juraba y perjuraba cerca del Presidente que esta semana no habría modificaciones en el equipo de gobierno. 

La desprolijidad que la Argentina ha demostrado por estas horas frente a los organismos internacionales de crédito quizá sea compensada por la aceptación que tiene en los mercados Sergio Massa, pero nada borrará las formas y las maneras en que se han visto involucrados y perjudicados funcionarios que llegaron con la intención de salvar las papas y ahora son desterrados.

La primera es, sin dudas, Batakis, quien eceptó ponerse bajo la espada de Damocles luego de la intempestiva, y para algunos irresponsable, renuncia de Martín Guzmán. Ser ministra de Economía nada más que por 24 días es un récord nada agradable, y no alcanza con la esmirriada compensación de dejarla al frente del Banco Nación.

Esa designación tiene detrás otro hecho desopilante. El hasta ahora titular del Nación, Eduardo Hecker, se enteró por los medios de su desplazamiento al frente de la entidad financiera. Así lo hizo saber en Twitter el periodista Santiago Spaltro, quien contó que a la hora que designaban a Batakis en el Nación, Hecker estaba presentando una tarjeta minera en Catamarca.
 
Pero no es el único caso. Daniel Scioli, que hoy mismo difundió a las 18.20 una actividad como ministro, aceptó volver a la embajada de Brasil. El exgobernador aceptó retornar al despacho que había dejado hace menos de un mes y medio cuando fue designado titular del ministerio de Desarrollo Productivo, cargo que aceptó cuando el kirchnerismo logró que Matías Kulfas (quien también se tiró sus buenos tiros en los pies) dejara esa cartera. Scioli pensó proyectarse desde ahí a la carrera presidencial en 2023 y su llegada había causado escozor en el massismo, que lo tiene como uno de los principales enemigos. La dignidad del Pichichi de no aceptar quedar debajo de su rival político lo manda otra vez a Brasilia. ¿Con qué ganas puede trabajar Scioli para seguir en la búsqueda de compensar la balanza comercial con el vecino país cuando esas ventajas serían capitalizadas por quien lo detesta? 

Julián Domínguez es otro de los casos de aquellos que se pueden sentir usados por el Presidente y dejados al descubierto en una maniobra que Alberto, al parecer, no solo no fue capaz de evitar sino que tampoco fue capaz de sopesar y blindar a quienes le pusieron el hombro en los momentos de mayor zozobra. 

Es que Alberto no ha dejado de ceder, y ahora queda expuesta más que nunca una debilidad extrema, que se evidenció brutal cuando no pudo despedir a un subsecretario de Energía, pero queda desnuda por estas horas. Quizá mañana los mozos le sigan sirviendo café en el despacho, pero es probable que el teléfono le suene cada vez menos, hasta que solo lleguen los llamados de los amigos de siempre, esos pocos que pudo conservar a su alrededor, pero que cada vez sobran más dedos para contarlos. 
 

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