Durante los años 90, Ricardo Piñeiro representó a las modelos más codiciadas y su nombre era sinónimo de éxito y esbeltitud.
Todas las figuras eran invitadas a sus fiestas inolvidables como también eran parte de una marca registrada.
Con el correr del tiempo y el crecer del negocio, Ricardo delegó la parte contable en dos personas de su absoluta confianza y tras cumplir treinta años en la empresa, se dio cuenta que no había dinero para nadie.
De esta manera, Ricardo percibió lo peor y estaba acertado, fue estafado y debió retirarse de la escena.
En este contexto, se deprimió y entregó a la bebida por lo que emprendió un tratamiento y hoy reflexiona: "Puse fé y voluntad. El alcohol realmente no tenía nada que ver conmigo. Desde hace tres años que no tomo ni una sola gota".