Muchos son los mitos sobre cuál es el momento más idóneo del año para dar rienda suelta a la pasión: que el calor, que el frío, que el verano o el invierno...
Lo cierto es que, a pesar de que la mejor prensa se la haya llevado la temporada estival, los meses que van de marzo a junio son excelentes para experimentar una sexualidad plena, poniendo a prueba la conquista del verano.
Lejos del calor sofocante, del sudor de los cuerpos y de los encuentros exprés en espacios furtivos, el otoño es una estación que se presta al juego y al disfrute, para luego terminar enredados y acurrucados entre las sábanas.
Esta estación le sigue al alocado verano, época de relax, de excelente ánimo y predisposición para salir a fiestas y eventos sociales, de elevada cantidad de conquistas y, por qué no decirlo también, de mayor cantidad de rompimientos amorosos. Además es la previa a la etapa de hibernación, popularmente conocida como aquella en la que nadie quiere estar solo, y la que todos esperan con ansias para hacer “cucharita”.
Sin embargo hay que destacar que esto no tiene que ver sólo con un tema de grados y sensaciones térmicas, sino que también tiene una explicación hormonal. Según diversos estudios, el otoño es la época en la que aumentan los niveles de testosterona, por lo que el deseo sexual es mayor en comparación con las otras tres estaciones del año. Y esto no afectaría solo a los hombres, sino que es extensivo a las mujeres, quienes, a la par de ellos, desarrollan sus poderes de seducción.
Cabe destacar que esta alteración hormonal estacional no beneficia únicamente a las parejas, pues a los solteros les permite disfrutar del sexo ocasional, que se vuelve más frecuente en otoño, incrementando las posibilidades de encontrar a tu media naranja entre marzo y junio.
Además, como señala una investigación de la Universidad de Hong Kong, en los climas fríos se activa un cruce entre las sensaciones corporales y las psicológicas, por lo que las personas se vuelven más amables y generosas; y están más dispuestas a forjar y fortalecer los lazos.
Como si esto fuera poco, según la División de Salud Reproductiva de Estados Unidos, el otoño es la época más fértil, debido a que la concentración de espermatozoides es considerablemente más alta que en verano. Un excelente dato para quienes están pensando en comenzar a formar una familia o agrandarla.
Por todo esto, y mucho más, el otoño es una época mágica para disfrutar de la sexualidad con todos los sentidos.
La Tecla te presenta algunas ideas para potenciar tus sensaciones.
A fuego lento, pero al rojo vivo
El otoño es una estación que no está caracterizada por los extremos ni por los cambios bruscos. Por eso, la sexualidad debe vivirse al mismo ritmo: disfrutando de cada pequeño detalle y aprovechando al máximo la extensión de las noches.
Una buena manera de dar inicio a un encuentro romántico es una rica comida acompañada de vino tinto, el acompañante afrodisíaco por excelencia.
Luego se puede pasar al sillón, para ver una buena película. Tapados con una frazada, un filme romántico hará que quieran escribir su propia historia; y uno de suspenso o de terror los hará querer abrazarse para jamás soltarse. Seguramente, no terminarán de verlo. Para entonces, que la mujer lleve puesto un conjunto de ropa interior de encaje será la coronación para una noche delicada, pero súper hot, donde los sentidos exploten al máximo.
Amor y pasión full time
Si bien es cierto que en verano se está más relajado y, por ende, más predispuesto a las sesiones amatorias, también es verdad que, para quienes son padres, los niños están revoloteando todo el tiempo en la casa.
Por eso, el otoño equivale a las vacaciones de los progenitores: los pequeños retoman sus actividades académicas y extracurriculares, dejándoles un tiempo para reconectar como pareja.
Buscar estos momentos o aprovechar las ocasiones que se presentan harán que los encuentros amatorios sean profundos, dedicados y esperados, pero no rutinarios; lo que impactará de manera más que positiva en la relación de pareja.
Una buena opción aquí será recurrir a las posiciones más románticas, es decir, a aquellas que propicien la conexión con la pareja, permitiendo que ambas partes puedan sostener el contacto visual, mientras los cuerpos se rozan y se mueven al unísono.
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