La inflación bulle en la calle, el dólar es tema predominante en la oficina, la economía se roba varios minutos en las charlas de café. El humor social va atado a los avatares del bolsillo, como tantas otras veces. Y como tantas otras veces, desde la política se cree que el fútbol (bendito opio de los pueblos subdesarrollados), éxito mediante, operará como una alquimia para modificar ese humor social hoy esquivo para el oficialismo.
Fundamentalmente el Mundial de Brasil, y también los cambios en las transmisiones de Fútbol para todos, aparecen para el Gobierno nacional como posibles bálsamos. Es una apuesta demasiado atada a la suerte deportiva, y también a un optimista mejoramiento de la situación económica, que poco se condice con la versión más pesimista emanada desde la oposición.
“El fútbol puede cambiar el humor social, por eso Cristina (Fernández) espera que después del Mundial las cosas estén mejor; además lo considera el momento propicio para que se larguen quienes quieren pelear por la Presidencia”. El interlocutor es vocero de uno de los encumbrados hombres del Gobierno nacional. También asegura que “hay optimismo de que Argentina estará entre los cuatro mejores de la copa del mundo, y siempre, para los mundiales hay una unión de la sociedad que no se da en otras circunstancias”.
En los pies de Leonel Messi y en la estrategia del DT Alejandro Sabella parece jugarse mucho del futuro político, de acuerdo a la esperanza oficial. Se busca además modificar la excesiva propaganda que apareció hasta ahora en todas las ediciones de Fútbol para todos, y con nuevos relatores y comentaristas la pretensión es no “contaminar los partidos de política, la gente ya sabe que ve los partidos gratis gracias al Gobierno”.
Los candidatos
Pero el Mundial no sólo es esperado por las posibles consecuencias sociales de su desarrollo, sino que aparte se lo ve como un punto de inflexión en la carrera presidencial, que algunos ya comenzaron a toda marcha.
“El próximo Presidente va a salir, y debe salir, de una interna del peronismo”. Con esta frase sorprendió Cristina Fernández al menos a tres dirigentes que le fueron a pedir permiso para postularse como posibles sucesores. Pese al temor de alguno de ellos en recibir una negativa, la primera mandataria los alentó y les dio vía libre, con la promesa de que al final se quedaría con el puesto “quien mida mejor”.
En rigor, el kirchnerismo apuesta a poner varios hombres en carrera. Algunos quedarán en el camino, y otros llegarán a una interna presumiblemente con más de un par de boletas. Uno de los que hablaron del asunto con la Presidenta es el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, crítico del kirchnerismo en varios momentos pero siempre dentro del redil. El escuchó en persona la recomendación de acelerar las cosas una vez pasado el mundial. Sergio Uribarri, gobernador de Entre Ríos, también ya habría charlado del asunto con CFK.
La mandataria preferiría que todos arracaran juntos luego de la cumbre futbolera con final el 1 de julio en el estadio Maracaná. Pero quienes necesitan instalación prefieren no perder tiempo, sobre todo cuando Daniel Scioli ya hace rato que juega el
partido.
Julián Domínguez, presidente de la Cá-mara de Diputados de la Nación, aseguró no sentirse representado por el gobernador bonaerense. Fue apenas unos días antes de tener una charla con la Presidenta en Cuba, donde blanqueó sus deseos de dar pelea. Al menos buscará posicionarse y, si no es por el premio mayor, apuntar
a quedar bien parado para calle 6 de La Plata (donde la lista también es vasta)
El ministro del Interior, Florencio Randazzo, está en una sintonía parecida, y fue otro que dijo sentirse “capaz para ser Presi-dente”. Como la de Jorge Capitanich, la de Randazzo es más una apuesta a la gestión. Cree que si sale bien tiene chances de pelearle a cualquiera. En cambio, para el jefe de Gabinete las acciones vienen en caída, a la par de la crisis económica.
El kirchnerismo, que quisiera tener un candidato del riñón, pero empieza a reconocer las dificultades de retener el poder con esa tesitura, promete abrir la cancha, dejar que todos los posibles titulares se muevan con libertad y, con el último en-trenamiento, decidir la formación para jugar la final. Y permitir un racimo de candidatos aporta una contención de diferentes sectores, para nada despreciable en este momento del oficialismo.
En ese marco, Daniel Scioli se siente capitán, y, aunque no es el preferido de la dirección técnica, buena parte de la tribuna que hace poco lo resistía hoy lo mira con otra perspectiva. El gobernador bonaerense, en tanto, abona la teoría de la gran interna que ante un eventual triunfo suyo le sirva además como potenciación para la elección general.
La experiencia de Martín Insaurralde (una cara nueva pero con falta de instalación) no salió bien para el kircherismo, y para Scioli ése es un antecedente valioso, teniendo en cuenta quiénes asoman como posibles contrincantes internos.
La pelota por la futura elección presidencial ya rueda, y, una vez más en la política argentina, el fútbol mete la cola. ¿Será para tanto, o sólo son expresiones de deseo de un gobierno que necesita sacar a la sociedad del creciente malhumor social atado al bolsillo? Por un lado el dólar y la inflación, y por el otro Messi y la magia de sus pies, guardan la respuesta. |
