Argentina
Jueves, 25 abril 2024
27/11/2011
FERNANDO IGLESIAS
“Amo a la Argentina, pero me peleo con todos”
Irónico, el diputado de la Coalición Cívica repasa su época como deportista y profesor de tango. Su amistad con Carrió, las redes sociales y los planes para TV y radio. Todo, sin abandonar su filosa lengua anti K
El barrio, San Telmo, y el departamento, viejo y reciclado, encuadraban al personaje en el prototipo del intelectual argentino. Su ideología, progresista; su currículum, de viajes, publicaciones y cátedras universitarias, parecían completar la foto. Pero este argentino, de crianza en Avellaneda y residencia por siete años en Italia, Fernando Iglesias desenmarcó el retrato y lo dividió en varias caras. Muchas caras.

La mejor definición la dio, sin duda él mismo. “Soy una persona multifacética. He sido entrenador profesional de equipos de alto rendimiento, he jugado en Primera división en vóleibol, escribí siete libros, publico en diarios nacionales, estudié algo de economía, di clases de tango...”. Y se podrían agregar algunas características más, como, por ejemplo, que habla cuatro idiomas, que a los cuarenta se animó a probar los albergues juveniles de Europa y hace las visitas, aun las más lejanas, en una vieja bicicleta.

Se puede sumar a esto el dato clave que lo hizo conocido en los últimos años, y que motivó la entrevista: que es uno de los “excéntricos” lilitos que hoy debaten la continuidad de la Coalición Cívica.

“Yo iba a la Escuela Normal de Avellaneda, en séptimo grado armamos un equipo de vóleibol, fuimos a jugar a River y le ganamos. Eso nos entusiasmó, y terminé jugando en Primera división. Después me dediqué a entrenar equipos profesionales. Hice una carrera en eso. Luego me contrataron en Italia, y allí estuve siete años, en varios clubes del sur.

-¿Vivía de esa actividad?
-Sí, y te puedo asegurar que mucho mejor que como diputado nacional. Mi mujer también jugaba vóley, y entre los dos teníamos un sueldo muy superior a la dieta de legislador (ríe).

-¿Y qué pasó?
-Volví porque me había aburrido un poco del deporte; además amo a Italia, tengo muchos amigos, pero me costaba vivir fuera. Yo amo la Argentina, y sin embargo me peleo con todos (lanza una carcajada).

-A veces se lo nota muy crítico.
-Porque hay muchas características de la sociedad argentina que me molestan y me duelen. Nadie puede dejar de ver que cuando uno compara el enorme potencial que tenemos como país y lo que es en la realidad, es uno de los fracasos históricos más espectaculares. Somos un pueblo culto, talentoso, creativo; el problema es que vivimos en un caos y aceptamos esa situación, y pensamos que las normas son para que las cumplan los demás. Un amigo mío dijo una vez que no se podía vivir con el culo en un país y la cabeza en otro. Bueno, algo así me pasó a mí; siete años fueron suficientes, no quise seguir, me cansé del vóley, me divorcié y me vine para acá.

-¿Por dónde empezó?
-Primero me compré este departamento, con los ahorros que tenía, y me puse a estudiar la globalización, que para mí era el tema que se venía. Estamos hablando de mediados de los ‘90. En ese momento era un fenómeno destinado a reconfigurar todo en el mundo, pero el problema era que acá no había ningún lugar donde estudiar la materia. Tenía la opción de meterme en una carrera tradicional, y me comía cinco años para que me explicaran la escuela de Frankfurt, que ya me la sabía de memoria, o me ponía a estudiar por mi cuenta.

-¿Y cómo se mantenía?
-Tuve una serie de trabajos que me ocupaban poco tiempo; di clases de idioma, de tango.

-¿Es profesor de tango?
-Profesor no, pero tengo experiencia, así que daba clases particulares, que en ese momento se pagaban muy bien.

-De una cualidad hace un oficio.
-Sí, en eso soy muy argentino (risas). Me puse a estudiar la globalización hasta que pude publicar mi primer libro, que, curiosamente, apareció en una colección que todavía dirige Horacio González: Del Palihue. Después, de a poco, me empezaron a pedir algunos artículos, y en 2004 publiqué otro libro, que, mirá qué dato, fue presentado por Chacho Alvarez, González y José Sebreli.

-¿Cómo llegó al ARI?
-Me acerqué en el 2007. No fue la primera propuesta que tuve para participar de la política partidaria, pero fue la única que acepté.

-¿Su contacto directo fue Elisa Carrió?
-Sí, nos conocimos en una presentación, porque había leído uno de mis libros. Le propuse que presentara el siguiente que sacaba, “El amanecer de la democracia”, en 2006, y lo hizo. Le gustaron mis ideas y me invitó a participar de los equipos técnicos de relaciones internacionales, y después me ofreció formar parte de la lista de diputados.

-Y aceptó.
-Sí, porque me parece que Carrió y el ARI fijaron la agenda política de estos años. Cuando comenzó a hablar de contrato moral, republicano, de distribución del ingreso, en ese momento fueron objeto de la burla, la gente se preguntaba con qué se comía eso; hoy esas ideas forman parte de los sentidos comunes de la política.

-¿Y dónde estuvo el error de la CC?
-Ha habido un fracaso muy claro en convertir esto en un partido con poder capaz de transformar la Argentina. Pero hay también un éxito en haber impuesto una agenda que hasta aquellos que la violan con sus acciones tienen que reconocerla como válida. La democracia es el mejor de los sistemas no porque permite elegir a los mejores, sino porque habilita que cada pueblo decida su futuro. Más de la mitad de los argentinos votó a Cristina, y entre la otra mitad, el partido que fue más opositor al kirchnerismo fue duramente castigado, al punto que había sido el primer partido opositor y pasó a ser el último.

-¿Cree que hubo un voto castigo a la Coalición?
-No necesariamente, pero hubo un voto kirchnerista general que no aceptó oposiciones. Esto tiene que ver con cierta lógica de pensamiento. Le cuento una anécdota. Yo suelo ir en bicicleta a visitar a mi mamá, que vive en Avellaneda. Un domingo me voy para allá, como hacía frío y lloviznaba me tiré unos buzos viejos que tenía; todo arropado salí pedaleando. Cuando estoy volviendo, sobre la avenida Mitre había una movilización, entonces pasé pedaleando por el costado. Uno de los tipos me vio y no sé cómo hizo pero me reconoció. Me vio pasar, casi en harapos, una tarde lluviosa de domingo con una bicicleta vieja por Avellaneda y me grita “Iglesias oligarca”. Nooooo, es de un nivel increíble. La Presidenta les pasa por arriba en el avión que pagan todos los argentinos, para ir al Calafate a pasar el fin de semana, y no le dicen nada. Me parece mucho.

No hay forma, cuando tenés una cosa así, no hay forma. En esta lógica este gobierno no puede fracasar, porque si le va bien, tenían razón, y si le va mal, serán las corporaciones, que finalmente prevalecieron sobre su voluntad de cambiar la Argentina, pero fracasar, jamás. De manera que, suceda lo que suceda, seguirá habiendo fanáticos convencidos del kircherismo.

-¿Y críticos en la resistencia?
-Sí, críticos en la resistencia.
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